domingo, 15 de febrero de 2009

¿Qué Pasó con las Nuevas Promesas del Cine Norteamericano?


La década de los setenta es conocida como la edad dorada del nuevo cine norteamericano. Estrenan sus filmes Coppola, Scorsese, Kubrick (el más grande del lote), Spielberg, Lucas, Polanski, Allen. La vara quedaba alta para los nuevos directores, no era tarea fácil porque aparte de ser cintas muy rentables algunas iban a pasar a la historia y se verían en cincuenta o sesenta años más.

Ahora que Coppola filma poco y mal; que Scorsese no ha podido hacer algo importante desde Goodfellas; que Kubrick murió hace diez años; que Spielberg ya no trata de disimular que le gusta a rabiar la industria y el dinero; que Lucas sigue sacándole dividendos a Star Wars; que Polanski se ha vuelto más dispar que nunca; y que Allen concita más atención de la que se merece (aunque el 2005 con Match Point nos entregó su mejor título) no sería mal momento para repasar qué ha sido de los nuevos directores, esos que empezaron e estrenar en la década de los 80 y 90 y eran considerados la generación de recambio de esos colosos audiovisuales. Es cierto que las carreras de ninguno de los miembros de ambos grupos está terminada, pero no es mala idea sacar algunas cuentas de lo que ha sido el cine norteamericano (el de mayor difusión e influencia en la actualidad, cabe recordarlo aunque sea una perogrullada). Perdonen el atrevimiento pero ahí vamos.

Quentin Tarantino (1963): Estrenó su primer film en 1992 (Reservoir Dogs) y la rompió. Pasó a ser el nuevo niño mimado de Hollywood. Aunque algunos lo acusaron de decretar la muerte del cine independiente, luego se convirtió en un director respetado por todos. Posiblemente sea el más pop y venerado del grupo, pero tuvo un problema que hoy lo hace desechable: su primer film fue el mejor. Todo lo demás es una caída libre que parece no detenerse. Si bien Pulp Fiction ganó Cannes, vista hoy no pasa de ser una cinta con momentos filmados para ser parte de algún programa de recuentos con las escenas más extrañas de las últimas décadas. Después vinieron Jackie Brown, Kill Bill vol. I y vol. II y Death Proof. Esta última un intento por rendir tributo a las malas películas de los 80 que le salió extraordinariamente bien. Pronto a estrenar Inglorius Bastards (2009), su visión sobre la Segunda Guerra Mundial, ya no se espera nada de él. Puede que el título de su próximo film sea una tanto autorreferente.

Joel y Ethan Coen (1954/1957): Su primera película es Blood Simple (1985), éxito del cine independiente y que se ganó el respeto de la crítica a pesar de su violencia. Con una obra que revisa varios géneros (sobre todo el cine negro y la comedia) tienen a su haber títulos imperdibles como Raising Arizona, Barton Fink (por el que ganaron Cannes), Fargo (inolvidable) y No Country for Old Men (Oscar a la mejor película y mejor director). Aunque tienen una etapa de comedias absolutamente deleznables como The Ladykillers o Intolerable Cruelty, no se puede renegar de ellos. Han construido una obra intensa y arriesgada, lo demostraron con su último film (una reflexión sobre el mal redondita y muy recomendable). En Europa hace unas semanas se estrenó Burn After Reading con súper estrellas en el reparto. Ahí veremos si este monstruo de dos cabezas logra recuperar su ímpetu o sólo fue un destello en la oscuridad (que me perdone Melanie Griffith).

Tim Burton (1958): Este es uno de los directores más sobrevalorados de los últimos tiempos. Si bien es cierto que tiene unos cuantos títulos aceptables como las dos Batman que filmó o Big Fish y que se convirtió en un ícono para ciertos grupos alternativos, sobre todo por sus animaciones; no pasa de ser un buen decorador de interiores. Propenso a la sensiblería, sus personajes son todos dark y/o freak (a parte de que todos son Johnny Deep o lo que él ha tratado de construirse como imagen). Antonio Martínez dijo en el Wikén que Burton se formó viendo las películas de Roger Cormac y de terror medias malas y que por eso no podía filmar algo importante, tiene razón.

Paul Thomas Anderson (1970): Uno de los más jóvenes del grupo tiene a su haber cinco cintas (la primera, Sidney, no la he visto así que la obviaré) y ninguna de ellas es nimia o superficial: Boogie Nights (la historia de un actor porno superdotado); Magnolia (un relato coral sobre la paternidad y la redención); Punch- Drunk Love (un intento extraño por acercarse a la industria) y There Will Be Blood (la historia de un ambicioso empresario petrolero en la época de los inicios de su explotación). Anderson no es un director que se ande con chicas, es pretencioso y sus películas superan las dos horas, pero ha construido una obra sólido sobre la base de su profundo conocimiento del lenguaje cinematográfico. Es uno de los más hábiles del lote y puede vanagloriarse de sacar lo mejor de los actores con los que trabaja. Además, tiene una obra maestra a su haber: Magnolia. Una película impresionante, infartante y pausada, graciosa y melancólica, pero sobre todo impredecible. Infaltable en cualquier lista de los mejores títulos de la década de los noventa. De él espero mucho.

Brian Synger (1965): Es autor de dos joyas, aunque una de ellas ha sido injustamente olvidada. Me refiero a Apt Pupil, la historia de un alto militar nazi (un soberbio Ian McKellen) que es extorsionado por un joven estudiante obsesionado con el mundo del nacionalsocialismo. Ellos comienzan una extraña amistad que se cimenta en el relato de las atrocidades cometidas en los campos de concentración. Los recuerdos del alemán comienzan a aflorar y la violencia y bestialidad acaban por atormentar a los protagonistas. El pasado regresa más vivo que nunca amenazando incluso al joven, pero él aprendió muy bien de su maestro. La otra imperdible es The Usual Suspects con un clímax de antología. Luego de eso hizo la nada despreciable X-Men, pero cayó en X- Men 2 y en Superman Returns. Esperemos que enderece el rumbo.

Quedan fuera nombres como Sam Raimi (enredado a más no poder), Todd Haynes (más esquizoide que nunca), Peter Jackson (Heavenly Creatures fascina a cualquiera), Steven Sodenberg (una estafa total), Sam Mendes (que se demora mucho entre película y película para lo que entrega como producto final), Guillermo del Toro (el sucesor de George Lucas, con todas sus bajezas), Wes Anderson (el que se está convirtiendo en una copia de sí mismo) entre otros. Los nombres pueden ser varios más, sólo hay una cosa clara: seguimos esperando.

Por Julio Riffo

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