domingo, 15 de febrero de 2009

Los necesarios caprichos de Spider Robertson


Las imágenes pueden ser estrambóticas fotografías o viñetas de un notable comic. Si son fotografías, fueron captadas por una nanopolaroid digital instalada en los inauditos anteojos de Spider Jerusalem. Si son viñetas, la singularidad gráfica de Darick Robertson irrita por su perfección mimética de la cotidianidad en alteración. Las imágenes no intentan ser el testigo delator del desperfecto social que retratan. Tan solo, son una mirada pasiva a la escenificación habitual que rodea a la ciudad. Un atisbo costumbrista del 2061.

Las imágenes:

1.- Los perreros llevan su mercadería al mercado. En el matadero de perros. Dos obreros llevan en un palo a un perro desollado, destripado y ahumado. Uno de ellos es un gordo que va sin polera. Deja al descubierto su desproporcionalidad física, como también una cicatriz que pudiera ser causada por apendicitis o por un utensilio cortopunzante. El otro lleva un pañuelo rojo en la cabeza y un delantal de matarife. Son sus únicas vestimentas. Ambos parecen exhaustos. Poseen esa expresión de quienes han sobreexplotado su capacidad física por unos cuantos pesos o de quienes han atravesado un campo minado con éxito. En el suelo se aprecian cuatro perros muertos. La escena está atiborrada de barriles de lata que expelen fuego. Como las fogatas que hacen los vagabundos.

2.- Los antipayasos del Instituto de Terapia Infantil del Terror Tolerable. Ocho antipayasos caminan a sus casas después de un día laboral. Todos los antipayasos son iguales. Se parecen a Nixon. Es más, es probable que sean clones de Nixon. Por lo tanto, es posible advertir que se dirigen al mismo lugar: un laboratorio clínico-genético donde pernoctarán en cubículos individuales que examinará el funcionamiento básico de cada órgano humano. Todos intentan sonreír. Van vestidos como los Perros de la Calle.

3.- La nueva escoria. Esta fotografía o viñeta tiene una inscripción: “Y la noche desciende sobre la cuidad, y las putas y los capellanes del whisky y los chuta-organos y los borrachos salen todos, vivos mientras los clientes y los bares aguanten. Somos nosotros”. En la noche. La calle está atiborrada de una biología nocturna que recorre la cuidad como una jauría de esquizofrénicos. Todos parecen salidos de las ideas más tóxicas de Baradit, Wilcock, Borges y Palahniuk. Por nombrar algunos: un gordo chico con vestimenta de boxeador-incluso lleva puesto los guantes- que guarda cierta similitud con don Francisco. Lleva una polera sin mangas en la que se lee blow job (trabajo golpeando) y un tatuaje en su hombro izquierdo que dice yes. Un hippie inyectándose como si estuviera atándose los zapatos. Una puta vestida con una chaqueta de piel- se puede reparar en que al menos 4 animales de distinta especie fueron asesinados para elaborar ese abrigo-, unos sostenes de hierro, una mini negra que se afirma gracias a un cinturón del que cuelgan granadas y unas botas con plataforma que brillan en la oscuridad. Sobre su pelvis, rozándole la entrepierna, cuelga una rata muerta. El cinturón tiene una hebilla en el que se puede leer honey white (miel blanca) y en su collar, que es un collar de perro, trae enganchado un adminículo de oro con la inscripción lust for life (lujuria por vida). Un neonazi, o un neo-neonazi, probablemente borracho. Con una mano apretuja sus genitales y con la otra saluda al fuhrer.

4.- Un miembro de Pro-vida. Se le ve aterrorizado. Suda. Y posiblemente tiembla. Está abriendo su tienda de adopción. Lo hace con cautela, como si estuviera desactivando un explosivo. En el bolsillo de su chaqueta trae un arma. La mitad de ésta sobresale. Está a la mano. Por cualquier cosa. Nadie sabe cuándo ni cómo pueden pasar las desgracias. Sobre todo con los reiterados ataques de los pro-abortistas.

Por Camilo Tapia



No hay comentarios: