martes, 15 de abril de 2008

Uso del homotexto en la literatura tradicional


“Condénenme, proscríbanme, injúrienme. No importa. La verdad ante todo”
Alone

El uso de la temática homosexual se dio a conocer con vigor a principios del siglo XX a manos del dramaturgo y novelista francés Jean Genet (1910-1986) –léase “Nuestra Señora de las flores” de 1944- . Aunque a diferencia de lo conocido en la historia de la literatura ab aeterno, Genet era un homosexual declarado de tomo a lomo, lo que le confiere una mayor credibilidad al relato que ostentaba muchas de sus experiencias sexuales personales, pero que inteligentemente literalizó. En cambio, han existido un sin fin de autores que han escrito sobre la homosexualidad –femenina o masculina- sin ser necesariamente homosexuales, o en caso alguno bisexuales, otra variable de identidad sexual conocida hoy en día.

Fredo Farías de la Canal es un humanista mexicano que ha caminado por el sendero de los temas homosexuales, desarrollando tantos escritos ensayísticos como otros tantos puramente literarios. En esta ocasión, su “Primera Antología de la Poesía homosexual” (1992) viene a servir como una propuesta panóptica a los escritos poéticos hechos a favor de la homosexualidad, pero por hombres y mujeres que han marcado la pauta literaria en la historia, desde Ovidio (43 a. C. – 18 d. C.) hasta el poeta cubano Amando Fernández (1949-1994). Farías de la Canal es un autor que de manera constante ha fundado conceptos psicoanalíticos para referirse a las cuestiones y problemáticas de la homosexualidad, entregando al lector una obra seria que se sustenta sobre una base psicológico-social capaz de mimetizarse con el borde literario más asequible.

Para el escrito antologador de poesía alusiva a lo homosexual, el autor dicta de la teoría psicológica para la homosexualidad entregada por Jung, la cual resulta algo más pertinente que la emitida por Freud en el entonces. El primero considera que la homosexualidad es uno de los arquetipos del ser humano en busca de una identidad perdida durante la infancia; mientras que el segundo postula que es una predisposición de una conducta constitutita que raya en la perversión. Sin embargo, las ideas de Freud –considerables en todo momento- no son erróneas del todo, puesto que son suyas las premisas que permiten las teorizaciones futuras de los demás autores. Pero, en la ocasión, Jung lleva la delantera y Farías de la Canal lo hace notar en su obra:

“En los siguientes poemas, observaremos los arquetipos específicos que irrumpen en la mente de los seres que sufrieron en su tierna infancia el trauma oral de la sed y el hambre, causante de su inversión sexual, tanto en la versión femenina como en la masculina del ser humano” (Pág. 14).

En cierto sector del libro aparecen las siguientes líneas de Rimbaud: “Debería tener mi infierno para la cólera, mi infierno para el orgullo –y el infierno de la caricia…” (Pág. 204), lo cual resulta asertivo, debido a que la temática y la homosexualidad mismas han sido impelidas, actualmente, al límite de la abyección desde donde alza su voz para reivindicar una realidad entrañable que se echó a dormir en la antigua Grecia. Por tanto, la presencia de Luis Góngora y Argote con: “¿Cuándo será aquel día que por yerro / oh serafín, desates, bien nacido, / con manos de cristal nudos de hierro?” (Pág. 18). Y la poética de Rafael Alberti con: “Los cielos alacranados de aquel siglo, / impedían el advenimiento de las nuevas palomas” (Pág.264), vienen a significar el pulso temporal de tres momentos evolutivos de la perspectiva social abocada a la homosexualidad en la vida del hombre: la aceptación de ésta por parte de la antigua Grecia, solamente la tolerancia de parte del Imperio romano y la condena absoluta en las actuales sociedades occidental y oriental –con gran cuota de renuencia de las religiones imperantes-.

Sin duda alguna, la obra satisface con su pluralidad escritural para con un tema que causa escozor entre los mortales, más aún, considerando la visión de la Teoría Queer, iniciada con Foucault y sus planteamientos de la homosexualidad como construcciones sociales, que denomina de esta forma a ciertos grupos que conviven dentro de lo naturalmente extraño. Puede hablarse de perversión, seducción y hasta de narcisismo, pero lo relevante es el movimiento filosófico, antropológico y psicológico de muchas ciencias que buscan una respuesta lógica inmediata de lo desconocido, siendo eso próximo –como dimensión espacio-temporal ad calendas graecas. “…que no encontró razón a los colmillos / podridos y leprosos de existencia / porque más vale dignidad hambrienta / que trajes corroídos de demente servilismo” (Alberto Romero; Chile, pág. 140).

Es la antología de letras humanas, letras seductoras y escandalosas. El testimonio literario de aspectos pintorescos y grotescos a modo de tremendismo ilegal; un insinuante discurso de los que vieron en la poesía un golpe a las convenciones sociales de sus épocas. El uso, requerido, de un lenguaje correcto y preciso, aquellas palabras pertinentes e indicadas para mostrar profundo pesar y elocuente admiración hacia una parte de la naturaleza humana que se niega a inclinarse y a desaparecer. Además, un mensaje promiscuo que busca demostrar el cambio de papeles del individuo en donde la obligación social es mantenerse encerrados en celdas a modo de cuerpos femeninos y masculinos; una inversión entre el bien y el mal, lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido; un fondo cuyas expresión son formas desafiantes de un valor socio-político que pervive con falsedad.

Son las letras de quienes comprendieron el rol del desheredado y aislado social. Son, tal vez, los serpenteantes versos que permiten la omnipotencia de los terrenales sobre un tema que la historia humana ha degenerado con el paso de los siglos, vinculándolo una y otra vez con lo meramente sexual, delictual y, también, componente de muerte. Un grito doloroso –por medio de la poesía y la palabra literaria- que aparece cuando el gran martillo rojo golpea con odio el comportamiento de un ser humano que no es ni inferior ni superior a otro. Un golpe que reacciona contra otro; versus quien lo reprime con continuidad; un golpe que se rebela ante la humillación teológica. Sea este el mensaje, in vitro, de una gestación, cuya fecundación resulta de la literatura y la homosexualidad.

Literatura, en su conjunto, que sintetiza y confirma con argumento literario la realidad mítica –y en parte real- del ser homosexual que plantea los siete temores de un infante (postulado de Edmundo Bergler, pág. 219), pero también, implícitamente, siete paralelas fortalezas: de ser muerto de hambre, cuando se abandona el seno envenenante reemplazado en el futuro por un imago-fálico; el ser envenenado, asfixiado, destazado, drenado, devorado y castrado. Pero que encontrará una posible salvación, literaria, “a la hora emponzoñada…”.
Por Rodrigo Oyaneder

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Actualización AHORA!!!

Anónimo dijo...

Que mas de actualizaciòn pìde este chico, si lo homosexual nunca se ha tomado en cuenta dentro de la literatura con la importancia que se merece. Por su tono debo suponer que corresponde a un macho cabrìo melladista o bizamista, esos que odian putas y maricones...la Shole