domingo, 15 de febrero de 2009

20 de Abril de 1975

Viajemos, antes que las aves
Den comienzo al verano
Cuando vuelvan al estero
En busca de su olvidada imagen

Jorge Teillier



Conoció a Pedro en la construcción de un edificio en las Condes, el era el albañil, ese día le preguntó si el ingeniero estaba en su oficina, Marcos le contestó que lo había visto entrar, y entonces observó que Pedro usaba en el trabajo muchas cadenas de oro, Marcos en cambio usaba unos viejos pantalones roídos por el tiempo, pero que le ajustaban para la pega, el era carpintero y se encontraba construyendo un alto edificio, un moderno condominio, de estos construidos en serie, pero que construía con dedicación. Era muy detallista, sentía orgullo por su trabajo, buscaban la perfección en lo que hacía, no dejaba nada a medias y sus trabajos sobresalían frente al de sus compañeros de labor.

Esa tarde, muy cansado, recogía sus herramientas que iba guardando en una caja de madera empotrada en los fierros de su bicicleta, cuando Pedro que muy poco conversaba con el se le acercó ofreciéndole una invitación. Hace algunos años su hermano vivía en Argentina, en Buenos Aires y podía conseguirle un trabajo allá que le aportara mayores ganancias de lo que ganaba en esos momentos, que por lo demás era insuficiente para vivir, debido a la crisis financiera internacional que afectaba en esos momentos el área de la construcción, y claramente lo perjudicaba a el ya que tenía numerosos gastos, y el sueldo a duras penas le alcanzaba para mantener a su familia.

Muchas noches estuvo sin dormir, le rondaba la idea de trabajar en Argentina, pensó esa noche- iré hacia un lugar que no conozco, pero cuyo reflejo me permitirá vivir-. Esa mañana ya había tomado la decisión de viajar, pensaba en la posibilidad de obtener mayores ingresos para el bienestar de su familia, le dolía separarse de ella, pero era una medida necesaria. Le dijo a su mujer esa mañana que se iba, ella no estaba segura pero al final la convenció, su mujer le hizo sus maletas y lo fue a despedir a la micro con sus dos hijos, no sabía cuanto tiempo pasaría para volver, pero le prometió que le depositaría cada peso que recibiera. Se fue a la estación Mapocho a esperar el tren. Sacó un boleto a Buenos Aires, mientras soñaba una nueva vida, mas digna, porque pensaba que le pagarían lo que merecía su trabajo.

Después de esa primera conversación con Pedro lo conoció mejor y a su familia, eran dueños de una carnicería, su hermano menor, Gastón, había viajado hace unos años a Buenos Aires y sabían esporádicamente noticias de él, pero la última carta que recibieron los lleno de alegría porque decía que estaba trabajando en la construcción, estudiando, ganando bien y cumpliendo sus sueños. Marcos les pidió la dirección de donde vivía Gastón y la guardó bajo su chaqueta. Estaba recordando este episodio cuando se subió al vagón de tercera clase y no había donde sentarse, la gente se acomodaba como podía amontonada entre bancas de madera, al final del pasillo, había un pequeño baño a cajón pero que estaba repleto de mierda y orines que con el vaivén del carro este salpicaba por todas partes, Marcos sintió ganas de vomitar y se arrepintió de haber entrado, prefirió esperar hasta llegar a algún anden para hacer sus necesidades.

Pasó horas arriba del vagón, pero ya de noche llegó a Buenos Aires, una ciudad lujosa, cosmopolita. Caminó hacia el obelisco y lo tocó, su corazón latía con fuerza, estaba tan emocionado. Pero aun faltaba llegar al lugar donde vivía Gastón, le preguntó a un cartonero que registraba un tambor de basura, este le indico mas o menos por donde ir, era lejos, en la periferia, camino hacia esa dirección y se empezó a alejar de la ciudad, llena de luces y ruidos, hasta que llegó a su destino con dificultad, luego de perderse sucesivamente, en el ambiente solo se oía un pájaro que aleteaba en la oscuridad, estaba todo muy oscuro porque no había luz eléctrica y la luna aun no aparecía.

Cuando llegó a la casa, golpeó la puerta y un hombre de avanzada edad le abrió, - chino- pensó por los rasgos faciales. Al interior de la frágil vivienda, vivía Gastón con una pareja de ancianos asiáticos que cuidaban a sus nietos, mientras sus padres trabajan en la fábrica de botones de la ciudad. Gastón se le acercó y él le contó sobre el viaje y todo sobre como se encontraba su familia en Chile, Gastón ya sabía que vendría, había conversado por teléfono hace poco con su hermano Pedro y estaba muy contento de tener a un compatriota viviendo con el por un tiempo.

Pasaron ocho meses viviendo en Argentina y su forma de vida había cambiado mucho, debió adaptarse a las dificultades, la casa donde habitaba no tenía baño ni de cajón, solo usaban un montón de sacos agrupados, además todos lo días se duchaba con agua helada, y trabajaba todo el día, tan solo tenía dos horas para dormir y sus derechos de trabajador habían sido quebrantados innumerables veces, pero en el país extranjero la sentía aún con mayor dolor. Aun no tenía capacidad de ahorro, su dinero le era insuficiente, se angustió, se empezó a sentir desesperanzado, el sueño se le caía a pedazos, agotado llegaba a dormir un par de horas, pasando hambre y frío.

Esa noche era el último día de fin de mes, esa noche revisó su sueldo y se dio cuenta con rabia que apenas le alcanzaba para comprarse un dulce. Al otro día debía depositarle dinero a su mujer, pero no contaba con el dinero para aquello.

Llovía y con tal fuerza pegaba en el techo que no dejaba dormir, Marcos miraba el techo en la oscuridad y solo veía negrura, al igual que sus pensamientos. No podía ni moverse ya que la cama era demasiado pequeña y además debía dormir con uno de los nietos de los chinos, que era muy gordo. Esa negra noche, el niño se orino en el colchón, y antes que pudiera alguien darse cuenta quedaron los dos mojados totalmente, -esta es la señal que estaba esperando- se dijo, sentía que debía moverse, quería que el viaje acabara. En la penumbra se acercó a la cama de Gastón, y lo despertó, le dijo que se largaba, que tenía sentido de la realidad y que estaba viviendo peor que en Chile y quería volver, Gastón aun se resistía, el era un sobreviviente del sistema capitalista, en su interior también deseaba irse, pero el orgullo se lo impedía, las cosas que el había deseado tanto se le escapaban como peces, seguía soñando pero las oportunidades se le habían esfumado, era el que ya no encajaba en la ciudad, y seguir estático en un trabajo tan precario no podía continuar, sintió en ese momento los deseos de volver, ya que en Argentina no podía seguir, no pensó en el fracaso sino que mas bien en una experiencia de vida mas. Ya no podía resistirse y esa misma noche partieron rumbo a sus hogares.

El único obstáculo que debían remediar con prontitud era la falta de dinero para volver, pero eran inteligentes y se les ocurriría algo muy pronto.

Se encaminaron rumbo a la estación de trenes, sentían que había pasado años desde la ultima vez en un tren, se subieron sin poseer pasaje alguno y cuando veían pasar al cobrador a través de los pasillos, ellos se escabullían entre los otros vagones, o saltaban en arriesgada maniobra sobre estos, en esa loca carrera por evadir a la autoridad, mientras el tren seguía su rumbo, los dos compañeros de viaje, fueron encontrados por un guardia quien los hizo bajar del techo del vagón, sin demora en la siguiente parada los dejaron y les requisaron las maletas, advirtiéndoles que la única forma de recuperarlas era pagando una suma bastante considerable por ellas, mientras tanto quedarían en el interior de los vagones repletos de otras tantas maletas, esperando por sus dueños. Cansadísimos, hambrientos, sin haber dormido nada durante horas y careciendo de ideas buenas, salieron a empujones del andén de Rosario, y silenciosos, cabizbajos esperaron fuera hasta que cerraron. Se les ocurrió volver a entrar al anden, querían recuperar sus pertenencias, Marcos llevaba una biblia que su madre le había regalado y eso no lo podía perder. Con mucho cuidado y sigilo ingresaron por entre la alambrada, y se quedaron quietos detrás de un árbol, porque aun había una persona haciendo aseo en el, mientras esa persona se dirigía hacia el otro extremo del anden, alejados de ellos, limpiando con una escoba, Gastón le dijo a Marcos que el se quedaría vigilando, mientras fuera a buscar sus maletas.
Estaba el vagón a tres metros de distancia de donde estaba él, se subió silenciosamente como un gato y con mucho cuidado fue lanzado las maletas hacia el exterior donde estaba Gastón, mientras este las recibía le caían unas gotas de sudor frío en el rostro, en su interior estaba aterrado, pero se controlaba para no salir disparado, porque deseaba recuperar sus maletas y que esa pesadilla terminara. Salieron corriendo, disparados como balas, sin que nadie se diera por enterado de lo que había pasado.

Ya amanecía y descansaron un poco entre los matorrales que rodeaban las líneas del ferrocarril. Caminaban ya no tenían sueño, solo querían volver, tenían mucha hambre y sin dinero no podían hacer mucho, encontraron una colilla de cigarrillo y se lo fumaron como si fuera uno hecho en la misma habana, avanzaron por la línea sombríos, como dos desconocidos, cada uno con su maleta en la mano. De pronto a lo lejos un humo negro se aproximaba, era un tren que iba en dirección hacia la cordillera, se escondieron y cuando estaba el tren cerca de ellos no dudaron en saltar encima de uno de sus vagones, en esa arriesgada maniobra, Gastón cayó mal y quedó colgado entre los fierros, no podía decir nada porque si gritaba por ayuda los descubrirían, Marcos le prestó ayuda y con fuerza lo cogió antes que uno de los carros le aplastara la cabeza, con tal fuerza lo empujó que cayeron en un vagón cargado de cereales, casi desmayados por el susto rieron a carcajadas, hace mucho que no reían, pero era la forma mas sana de desahogarse. Saciaron su hambre comiendo trigo, y con eso sobrevivieron durante unas horas, los dos aventureros por fin volvían a casa.

Por Natalia González

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