domingo, 15 de febrero de 2009

Eso, eso, eso es todo amigos…y amigas

En chilensis los conocemos como monitos, en Japón es el Anime, en gringolandia son los Toons y en Europa son los animados. Los primeros dibujos animados que me tocó ver en el televisor, propiedad de la vecina (la situación no daba para uno familiar, recuerdo), fueron: Iron Man 28, El Vengador, Don Quijote, La Máquina del Tiempo –con la vil Ratavari-, Ángel, y, ustedes saben, todos los clásicos del entonces. Siempre, en la infancia, los vi como la entretención que nadie puede pasar por alto, luego, más adulto, me di cuenta de que son una fuerte carga ideológica para la sociedad de parte de la sociedad. Por ejemplo, los de la Warner Bros, siempre lanzan, de modo majadero, su propuesta patriótica y nacionalista, esto se ve reflejado con la presencia de la bandera estrellada cada dos persecuciones de Sam o Helmer sobre Buggs. No obstante, lo que interesa en este momento es observar el reflejo de la figura femenina en el desarrollo de las seriales infantiles, que muchas veces contribuyó, o aún lo hace, a manifestar el patriarcado en la realidad infantil misma.

La mujer-objeto -convendría decir- para un chico de 9 años no representa nada, pero la costumbre visual de una mujer que es disputada según el antojo masculino provocará -creo- cierta costumbre a tratar de dicha forma a la fémina. Esta situación tan tangible como evidente se observa en “Popeye el Marino”; en un lenguaje natural, a Popeye se le arrebata Olivia, su mujer/objeto, por medio de algunas tretas utilizadas por su mórbido archienemigo Brutus, quien no se sabe si por amor puro o capricho envidiable desea poseer a esa bulímica mujer. La reacción del marinero no será otra que la de consumir una sustancia verde que bien puede ser espinaca o cannabis sativa -no se olvide el detalle de la pipa-, sustancia que lo ayuda a adquirir un valor y fuerzas ausentes, lo que le permite rescatar a su amada.

En igual condición que Olivia se halla Ángel, la niña de las flores, quien representa el mito odisíaco, cuyo fin es iniciar el viaje mítico del héroe, heroína en este caso, junto a un perro y un gato que vendrían siendo sus ángeles guardianes como lo fue Atenea para Ulises. Al igual que la historia homérica, Ángel encuentra su destino en el punto del cual inicia el viaje, vaya coincidencia. Ángel, otoñal y encantadora, durante todo el viaje ayuda y coopera con la gente que se topa en su camino cual si fuese Padre Hurtado, pero sin olvidar nunca que su objetivo es dar con el paradero de la flor de siete colores, un número que va más allá de lo simplemente significativo. El premio para su tortuoso viaje será, y aquí se comprueba la mía teoría, el matrimonio con un joven mayor, príncipe del reino de las flores, que durante el viaje de Ángel la sigue obsesionadamente con una cámara fotográfica que no escatima en utilizar para retratar a su amada en una clara actitud celópata.

La del destape cincuentero infantil es la curvilínea Betty Boop, quien con look a lo Marylin Monroe inicia quizás el arte del Hentai japonés. Otras jovencitas de importación oriental no destacan como grandes personajes autónomos, por ejemplo, Heidi es la niña subyugada por su abuelo y sus familiares de Frankfurt, y que a su corta edad ya debe conformarse con quedar segundona en las competencias atléticas frente a Pedro, un hombre. Heidi no se rebela, pues siente la carencia afectiva que solo su abuelo y Pedro son capaces de proporcionar. La versión maldita la traerá Candy, niña que debe convivir con el demonio de institutriz que no comparte la libertad de la pequeña con acento argentino, y además, como si fuera poco, debe encargarse de la enfermedad que sufre la verdadera dueña de la casa, o sea, su patrona. En igual sentido, se encuentra Sabrina, una niña parecida a los niños de las bandas escolares de la Alejo Barrios, que junto a una granja de animales cantantes –me recuerdan los músicos de Bremen- y un chico que sufre un detonante amor por ella, van en busca de los padres de la muchacha que finalmente aparecen y se reencuentran con su hija, la duda que me queda es si alguna vez ellos como padres iniciaron un viaje en busca de su hija, pare´ que no.

Actualmente la situación ha variado, pero en menor medida. Veamos. Los míticos Caballeros del Zodíaco nos presentan a una muchacha llamada Saori, por la cual nueve muchachos sienten una atracción sin nombre y se ven obligados a defenderla hasta con sus muertes; ella, reencarnación de la diosa Atenea, siente cierto favoritismo por Seiya, un joven que a falta de viagra eleva su cosmos al máximo para luchar con quien se coloque en su camino. Las demás mujeres presentes en la serie son luchadoras símiles de guerreras amazonas, pero con la salvedad que para adquirir las anheladas armaduras deben portar una máscara que no dejan ver sus rostros, como si fuesen mujeres musulmanas. Al final la historia gira en torno, eternamente, a Saori (Atenea), pero que en su calidad de diosa no se involucra ni sexual ni amorosamente con ningún caballero mortal.

Sin duda alguna el Anime japonés es quien mejor fragmenta a la mujeres ya sea para enaltecerlas como para humillarlas. Tal vez una propuesta positiva resulta ser Dragon Ball, saga que muestra a estereotipos femeninos que vale la pena analizar. En primer lugar Gokú o Kakaroto no posee madre, solamente cuenta con una padre que intenta liderar una rebelión en la raza de los Saiayin, quienes, hombres en sus mayoría, poseen la capacidad de transformarse en bestias primates cuando ven la luna llena, lo que los hace destruir lo que se interponga en su camino. Gokú contraerá matrimonio con Milk, la mujer ideal para la publicidad de un lavaloza –como March de Homero-, quien se esfuerza por mantener la casa ordenada, la educación de sus hijos y saciar, ante todo, el hambre de su amado. Antes que Milk, en la serie aparece Bulma, una bella muchacha que por su apariencia física resulta ser la imagen de una ninfa-hetaira que el maestro Roshi –un cincuentón- acosa constantemente, pero la sorpresa viene cuando a lo largo de la serie a Bulma se le identifica como la científica más inteligente del mundo –como Lisa Simpsons-, algo que a todas luces sustenta la serie con el paso del tiempo. Sin embargo, dos casos deseo profundizar: primero el de Lunch, una empleada que vive en Kame House, hogar del maestro Roshi, que no descansa en asear la casa y en cocinar lo necesario para el hombre y sus invitados, pero el punto divergente lo marca un cambio en la propiedad genética del cual hace uso Lunch cada vez que estornuda; se transforma en una violenta mujer que no deja que le falten en el respeto ni mucho menos permite la sumisión o subyugación de su cuerpo-mente. En segundo lugar, magistralmente, aparece el androide número 18, quien es un robot, a modo de Blade Runner, que posee un chip integrado en su cuerpo que le ordena liquidar al hombre más fuerte del universo, o sea, Gokú, lo cual no logra; además, termina casándose con Krillin, un ser humano, relación de la que nacerá una hija, ¿Cómo se logra eso? Pregúntenle a los japoneses.

Por último, agregar que otros ejemplos seguirán apareciendo, pero recordemos que sólo son dibujitos animados ¿Sí? Además, agréguese el espacio que han ganado las minorías sexuales en otras series infantiles como lo son: Barnie, lo Teletubbies, Dora la Exploradora, Pulentos y tantos otros. Cabe mencionar que para el caso de Hentai, los parámetros de comparación no son los mismos, pero igualmente se puede hacer un buen análisis semiótico que no necesariamente terminaría siendo pornografía pura en contra de los valores de alguna de las patriarcales iglesias de nuestra sociedad. Colorín colorado, esta hipótesis se ha comprobado.








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